miércoles, 11 de junio de 2014

Lejos de ti, pero en ti

El frío amanecer de una mañana gris en la que apenas lucía un tibio sol madrugador, fue el testigo principal de nuestra separación.

La gran mole de hierro que avanzaba lentamente por el carril de la vía férrea, se acercaba hacia nosotros con aire traidor, como si quisiera arrebatarte de mis brazos, como si quisiera separar nuestros corazones, vislumbré tu belleza a través de los empañados cristales y apenas podía verte cuando con mi mano temblorosa te envié un nervioso adiós.

En esa aparatosa y fea maquina se iba mi amor, se iba mi corazón, te ibas tú.

En mi corazón se clavaba aceleradamente el chirriar de las grotescas ruedas, en mis oídos zumbaban constantemente los pitidos de la locomotora.

Odiaba todo aquello, pues había sido capaz de separarnos.

Ahora mientras tus pies lentos e inseguros recorren las áridas tierras de tu patria, las lagrimas recorren lentamente mi ya demacrado rostro, mientras tu corazón piensa en mi, el mío te reclama a voces, propagando mis sentimientos a los cuatro vientos, para que ese aire alegre y atrevido transporte mi mensaje por esas lejanas tierras.

Cogeré un lucero blanco y con el iré a buscarte, te arrancaré de la inmensidad de las llanuras que nos han separado.

Pero quizás mi lucero caiga en las garras asesinas de una majestuosa tempestad y destruya mis ansias de libertad.

Entonces afligido por la pena, con mis pupilas de rojo intenso, los ojos velados por la melancolía y mi rostro empapado por las lagrimas , tendré que esperar que la deforme masa ferrosa te traiga hacia mi, que te abandone en mis brazos y entonces me aferraré tanto a tu cuerpo que  ya nada podrá separarnos, ni la lluvia, ni el sol, ni la tempestad, ni la niebla, nada podrá con nuestro amor y entre el estrepitoso ruido de la moderna y gran estación se oirá el latir de nuestros enamorados corazones.

martes, 21 de enero de 2014

Un tesoro en el armario

La nieve no había parado de caer durante todo el día. Hacía frío, pero dentro de la casa el fuego de la chimenea calentaba el ambiente. El abuelo estaba sentado con su nieta en el sofá. Ésta escuchaba atenta las historias que le contaba todos los días, siempre las mismas, pero había una que consideraban especial y siempre dejaban para el final.
“En el dormitorio que ocupaba su hija, había un armario de estilo clásico, que había pasado de padres a hijos durante generaciones. A ella le gustaba por su gran capacidad para acoger su numeroso vestuario. Cuando ella se fue de casa dejó el armario vacío. En su interior había un pequeño cofre atornillado a una de las paredes.”
Cuando contaba esto a su nieta le mostraba una oxidada llave y le decía que abría un cofre del armario de su madre que contenía un valioso tesoro.
Pasados unos años el abuelo falleció, dejando un sobre a nombre de su nieta con una llave en el interior. Intrigada se dirigió a la habitación, abrió el armario, introdujo la llave en la cerradura del cofre y levantó la tapa: viejos periódicos y unos cuadernos de tapas descoloridas y hojas amarillentas con frases ocurrentes. Ese era el tesoro de su abuelo.

martes, 15 de octubre de 2013

Punto de vista

Todas las mañanas ojeaba lentamente el periódico mientras tomaba un café.
Siempre veía: guerras civiles en las revueltas callejeras de otros países, caos en las instituciones del estado por las actuaciones ilícitas y corruptas de los políticos, todo el mundo sin trabajo y sin dinero abocados a la indigencia, la totalidad de los matrimonios de famosos celebrados durante el año destrozados por las infidelidades, numerosos muertos en su ciudad, frío polar y temporal de nieve en la predicción del tiempo para esa semana, los malos resultados de su equipo preferido, que lo situaban en el último puesto de la tabla de clasificación, y una televisión con veinticuatro horas de anuncios publicitarios y programas de cotilleo.
Un día después de una operación quirúrgica, empezó a ver: fotos de ciudades extranjeras con gente pacífica y alegre paseando por sus bulliciosas calles, políticos honrados y preocupados por el bienestar de los ciudadanos, el transporte público atestado de gente que iba a trabajar, parejas felices con muchos años de convivencia, la página de obituarios vacía, cielos azules y sol radiante durante varios días por todo el país, el cambio de entrenador trajo algunas victorias que hicieron abandonar al equipo los puestos de descenso. Ahora podía ver también programas culturales y películas de buen cine.
Recientemente le habían trasplantado las córneas de una persona muy optimista.

lunes, 22 de julio de 2013

El sorteo

Llegó a la oficina a las ocho en punto, colgó el abrigo y la bufanda en el perchero de madera, encendió la radio y buscó una emisora donde radiaran el sorteo de la lotería de Navidad.
Cada vez que los niños alzaban la voz para cantar alguno de los premios gordos, lo escribía con un diminuto lapicero en un cuaderno cuadriculado, metía la mano en el segundo cajón de la derecha de su mesa, sacaba un sobre amarillento y extraía los décimos, que comprobaba con inusitado interés.
Pasaba por alto la aburrida letanía de los premios menores. En su situación solamente le era propicio uno que viniera acompañado de una cantidad más abultada de dinero.
Acabado el sorteo repasó la lista y vio que ninguno de sus números figuraba en ella.
Subió despacio los tres tramos de escalera, abrió la puerta y pronunció un nombre con voz queda. Su mujer estaba en la cocina preparando el almuerzo, la mesa ya estaba puesta. La besó, entonces notó que todo lo que necesitaba estaba en esa estancia de la casa.

lunes, 10 de junio de 2013

El puente

Desde muy pequeño le habían llamado poderosamente la atención la robustez de su piedra y la solidez de su construcción.
Cada tarde a la salida del colegio, mientras lo atravesaban, se paraban a mitad del recorrido y su abuelo aprovechaba para contarle entretenidas historias acerca de la obra y de las vidas que se habían perdido en tan peligroso trabajo.
Nunca se hubiera podido imaginar que, pasados unos azarosos años, se encontraría de pie sobre su pretil con una voluminosa pieza de hierro en sus manos y una carta de despedida cuidadosamente doblada, sobresaliendo por el bolsillo de su abrigo.
A través de la espesa niebla de la mañana, oyó como la enérgica voz de su amigo el policía local, le conminaba a deponer su actitud. Situado a sus pies le explicó, con expresión ya más suave, los posibles desperfectos e incluso las manchas que, con su conducta, podría ocasionar al monumento.
Pesaroso se bajó, lo abrazó con fuerza y con andar taciturno se dirigió hacia la plaza del pueblo.