lunes, 10 de junio de 2013

El puente

Desde muy pequeño le habían llamado poderosamente la atención la robustez de su piedra y la solidez de su construcción.
Cada tarde a la salida del colegio, mientras lo atravesaban, se paraban a mitad del recorrido y su abuelo aprovechaba para contarle entretenidas historias acerca de la obra y de las vidas que se habían perdido en tan peligroso trabajo.
Nunca se hubiera podido imaginar que, pasados unos azarosos años, se encontraría de pie sobre su pretil con una voluminosa pieza de hierro en sus manos y una carta de despedida cuidadosamente doblada, sobresaliendo por el bolsillo de su abrigo.
A través de la espesa niebla de la mañana, oyó como la enérgica voz de su amigo el policía local, le conminaba a deponer su actitud. Situado a sus pies le explicó, con expresión ya más suave, los posibles desperfectos e incluso las manchas que, con su conducta, podría ocasionar al monumento.
Pesaroso se bajó, lo abrazó con fuerza y con andar taciturno se dirigió hacia la plaza del pueblo.