lunes, 22 de julio de 2013

El sorteo

Llegó a la oficina a las ocho en punto, colgó el abrigo y la bufanda en el perchero de madera, encendió la radio y buscó una emisora donde radiaran el sorteo de la lotería de Navidad.
Cada vez que los niños alzaban la voz para cantar alguno de los premios gordos, lo escribía con un diminuto lapicero en un cuaderno cuadriculado, metía la mano en el segundo cajón de la derecha de su mesa, sacaba un sobre amarillento y extraía los décimos, que comprobaba con inusitado interés.
Pasaba por alto la aburrida letanía de los premios menores. En su situación solamente le era propicio uno que viniera acompañado de una cantidad más abultada de dinero.
Acabado el sorteo repasó la lista y vio que ninguno de sus números figuraba en ella.
Subió despacio los tres tramos de escalera, abrió la puerta y pronunció un nombre con voz queda. Su mujer estaba en la cocina preparando el almuerzo, la mesa ya estaba puesta. La besó, entonces notó que todo lo que necesitaba estaba en esa estancia de la casa.